martes, 12 de agosto de 2025

Tashkent, capital de Uzbekistán, huye de la ruta de la seda.

     Eso me ha parecido la visita de hoy. El periplo Jiva, Bujara, Samarcanda ha sido muy especial. Como un gran escenario de la Paramount. Tashkent quiere ser la imagen moderna de un nuevo país y la verdad es que a mí por lo menos no me ha convencido como ciudad.

    Nos quejamos mucho los occidentales de la especulación inmobiliaria que en algunos sitios es demencial, pero la planificación urbanística "a la rusa" que es el polo opuesto no es mejor. Demasiados espacios, distancias, frialdad, ... Aquí te cruzas con alguien en la misma calle y no lo ves porque pasa a 60 m y hay cuatro filas de árboles y Seis de coches entremedias.

   Veréis en las fotos que algunos edificios parece que están lejos. "Es que están lejos". Si te tienes que acercar a cada uno no avanzas.

    Eso me ha pasado, que en cinco horas he visto dos plazas y poco más.

    Voy a empezar por mostraros unas instalaciones que abundan por las calles no céntricas de las ciudades y que parecen de gas natural. Uzbekistán lo produce y consume en abundancia. Incluso parece que le compra a Rusia porque no tiene suficiente para el autoconsumo.


De camino para el centro, los Ministerios del Interior y Asuntos Exteriores arriba, un instituto a la izquierda (lástima tener el sol enfrente), el Hotel Michelín, y otra construcción también modernista.

Fijaros que parques y que avenidas. Aquí el vecino de enfrente es casi un extranjero. 

A poco más de mil metros del hotel está la Plaza de Amir Timur (traducido Amir "el cojo"), conocido en occidente como Tamerlán. Al llegar casi no se ve más que el Hotel Uzbekistán, icono de la modernidad que pretende transmitir el país, y que a mi no me ha gustado mucho. Lo demás prácticamente lo tapan los árboles. Una vez ya en la orilla de la plaza, aparecen estos edificios, algunos de ellos poco llamativos; las dos torres con el reloj y el último si me han gustado mucho.

En el centro de la plaza, Tamerlán (y yo, jejeje). Vivió a finales del S. XIV hasta principio del XV. Tuvo dos caras, una como despiadado combatiente con extrema violencia, decapitaciones de ciudades enteras, los especialistas hablan de 17 millones de muertes que encima en esa época son una exageración. En nombre del Islam creó el Imperio Timurida que incluía nada menos que: Toda Asia Central, sur de Rusia, Ucrania, el Cáucaso entero, Irán, Afganistán, Irak, Turquía, Siria, Pakistán, el noroeste de la India y la Península Arábiga, con capital sobretodo cultural en Samarcanda. 
La otra vertiente es que aunque saqueaba iglesias y decapitaba a los vencidos, perdonaba a artistas y sabios, y los enviaba a Samarcanda que tuvo en su época un renacimiento cultural. Un sanguinario. Un mecenas.
Su imperio fue breve porque a su muerte con 68 años, en 1405 cuando se preparaba para invadir China, sus herederos lo fragmentaron.

Uno de los edificios más atractivos de la plaza es el Centro de Congresos con esas dos cigüeñas en la cúpula. Dicen que tiene mucha actividad a fin de consolidar la nueva imagen de la ciudad y el país.

Este es el famoso Hotel Uzbekistán. Lo dejo a vuestro criterio. Yo esperaba algo más por la fama que le daban las guías que he ojeado.

Otro edificio muy interesante es el Museo de Historia de Uzbekistán. Aunque tenía horario de apertura de 10 a 17 horas, a las 12 lo habían cerrado para dos horas así es que me he metido un rato en el interior y en cuanto me he refrescado me he largado.

Siguiente objetivo, la Plaza de la República. De camino hacia allá, también parques y edificios modernos. Uno de ellos, la Facultad de Derecho. El de en medio de los de arriba.

Uno de los problemas del país es el agua pero deben tratar de ocultarlo a sus habitantes por como la derrochan. Los riegos todos por inundación, y las fuentes, aquí tenéis una muestra. Preciosas por otro lado.

Esta es la entrada. Plaza de la República. No sé si por alguna circunstancia política, onomástica de algo, o qué, pero el centro estaba vallado y custodiado por bastante policía así es que no he podido ver los monumentos más relevantes que además tapaba un bosque de árboles. Mirad el tamaño de la columnata. Otra vez figuras de cigüeñas. Las chicas eran un batallón de unas cincuenta mujeres con sus escobones dispuestas a barrerla. Pocas me parecen porque se hacía la hora de comer y no he ido a ver la otra parte de la plaza que debe quedar por la provincia de al lado. 

Una parte siempre entrañable es la Plaza que en este caso llaman de la Memoria y los Honores. Frente a cada columna de los dos pasillos enfrentados que hay han puesto un librillo como el que veis con hojas de bronce con los nombres de los caídos en la segunda guerra mundial con fecha de nacimiento y defunción. Muchos, muchos, muchos.
En medio la llama eterna y una figura alegórica de una madre y un país que sufre la perdida de sus hijos y espera la vuelta de los supervivientes. 

Como no era zona de restaurantes me he metido en este complejo de lujo que tenía uno, y aunque para los precios normales era muy caro, para mí ha merecido la pena. Después ha venido una caminata de casi 3 km a más de 37° hasta el hotel que me ha hecho sudar la gota gorda, pero que tampoco he querido evitar porque creo que me ayudan a mantener este viejo chasis sin que se oxide más de la cuenta.

El final de la jornada ha sido bastante mejor. Una buena siesta y un bañito en esta piscina que para mi casa quisiera si no llevaran tanto trabajo.

Y para colmo, mientras me bañaba me ha entrado el correo con el visado de la India que pensaba que me tardaría varios días y me han concedido en 24 horas. Ahora mismo estoy en proceso urgente de mentalización porque es uno de los puntos críticos (para mí) del viaje por muchos motivos que os podéis imaginar. 
Con esa buena noticia y una cena frugal me voy a la cama volando. Buenas noches. 

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