La IA no dejaba de darle vueltas a la saturación de algún archivo en mi móvil, o la no actualización de alguna app que lo produjera, y Dani pensó que podía ser una censura de país salvable ubicando mi aparato en un servidor europeo.
Esta mañana he instalado ProtosVPN que me ha conectado con un servidor holandés, y problema resuelto. Las dos entradas anteriores están publicadas y a disposición.
Kazajistán está siendo un país complicado por varias razones. La primera el idioma. Casi nadie habla más que kazajo y ruso, y además, como soy rara avis, intentan que haga cosas distintas de las que me propongo y llevan las conversaciones a distintos sitios de donde yo quiero ir. En fin, que me siento un extraterrestre y me cuesta elegir comidas, localizar cosas, etc.
Otro problema son las distancias. Aquí la planificación es a la rusa y todo es amplísimo y está lejísimos. Y como en muchos sitios no hay cobertura porque es, al menos la zona en la que me he movido, un desierto, me da miedo que me lleve un taxi, y cuando quiera volver, no tenga cobertura y no encuentre quien me recoja.
El viaje de ayer de Aktau a Beyneu es la prueba evidente de todo lo que digo. Las webs de viajes no dan opción de sacar billetes a ciudades intermedias, solo de origen a destino del convoy. Para quedarte a medio tiene que ser en la estación. Cuando llegué a la estación de Aktau (que está a 20 km de la ciudad, en medio del desierto), había unas quinientas personas y un barullo de miedo. Pensé que no encontraría billete. Cuando la chica me lo dió respiré profundo. Era un tren enorme solo con literas que se suponía que tardaría 7,30 horas en hacer los 310km míos pero que viajaría toda la noche con quien fuera hasta el final. Cuando arranca, todo el mundo se mete en la cama y baja la persiana. Solo va abierta la mía. Mis compañeros tuvieron mucha paciencia. Al salir de la estación se va la cobertura que solo vuelve en sitios muy esporádicos, en alguna parada pero no en todas. Una de mis grandes dudas es si sería puntual, porque sino, al no tener cobertura, o me ayudaba alguien, o me bajaba antes o después, y no al lado porque paraba cada hora y media o dos horas. Al final fue puntual, yo controlé ubicación y horario en los sitios que pude, y un hombre de mi edad me fué confirmando y ayudando a seguir la ruta. Un día bastante duro psicológicamente.
Estas son las fotos del viaje. Desierto, caballos, algún camello y alguna vaca con sus terneros, postes de la luz sin cables y desierto.
En Beyneu la parada es mas larga y se baja todo el mundo del tren. Un trasiego increíble que no me permite localizar la ventanilla de billetes para sacar el de dos días después. Pregunto a agentes y viajeros y un agente se empeña en que vuelva a subir al tren si quiero ir adonde le comento que pienso ir dos días más tarde que es por lo que busco la ventanilla de venta.
Total, un despropósito tras otro. Me pasa por salirme de las rutas más turísticas.
Beyneu es un pueblo de 40.000 habitantes de casas bajas como las de nuestros pueblos y con pocos atractivos. Un lugar de paso que escogí para no tirarme un día entero con su noche correspondiente en el tren ni coger un avión. También es cierto que el tren me gusta y quería echarle un vistazo a esta zona tan poco turística.
Ahí os pongo lo más llamativo que he encontrado en mi breve paseo de ayer.
En los espacios sin actividad me ayuda a relajarme y pasar el tiempo el dibujo. Ahí tenéis una versión naif del interior de Hagia Sofía de Estambul.
He estado a punto de coincidir con Antonio Yébenes y Elisa Belmonte que están en una boda de una alumna de ella en Kazajistán pero nos separan 2.500 km en este grandísimo país. Ellos están casi en la punta este, cerca de China y yo en el oeste, nada más pasar el Caspio. Me hubiera encantado compartir la fiesta y darles un abrazo, pero no ha podido ser.
Mirad que pintas, él de kazajo y yo con el gorro que me compré en Georgia.
Voy a ver si encuentro un tren, a ser posible mañana, que me lleve a Nukus, en Uzbekistán y en un par de días enlazo con las joyas de la ruta de la seda, Jiva, Bujara y Samarcanda.
Seguiré contando. Un abrazo.
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