miércoles, 30 de julio de 2025

Beineu - Kungrad, otro viaje en tren para no olvidar.

    Estás últimas etapas son más de contar cosas que de mostrar imágenes. Antes de ayer me voy a la estación de tren a las 9 de la mañana como me dijo la señora. Estoy el segundo en la cola. El primero ha salido un momento y nos llaman. Hay billetes!!. 
    Cuando voy a pagar saco la tarjeta y me dice la chica que solo efectivo. Son 19.000 tenge (30 €) y como pensaba pagar con tarjeta y cambiar de país, solo me quedan 14.000 (22 €). La chica me dice que me lo guardan, que vaya al cajero.
    En ese pueblo todos los edificios son iguales. No se distingue un banco de una mercería o una tienda de ropa, y no hay escaparates. Solo letreros enormes ininteligibles. Le suplico a la chica que me acompañe, me mete en el coche con su marido que la estaba esperando y me acercan a un banco. 
    A todo esto, me dice que me deje las maletas en una sala llena de gente, y allí se quedan. Cuando vuelvo, me dan el billete, y las maletas siguen allí. 
    Faltan cinco horas para que pase el tren. Me voy a desayunar y posteriormente comer en un café. Allí coincido con Marco, un suizo treintañero que lleva un mes en moto desde su casa, la va a subir al tren porque no tiene otra forma de pasar la frontera y quiere seguir hasta Mongolia y no sabe si a Japón también. 
    Llega el tren, también solo literas comunicadas entre si, viene lleno. La IA me ha traducido mal el número de litera y busco la 61 cuando el vagón solo tiene 54. Paseo pallá y pacá sorteando gente. Están todos sentados en las literas de abajo porque va a subir la guardia aduanera de Kazajistán a sellar pasaporte y revisar equipajes. Soy el único occidental. Y centro de todas las miradas. Marco viaja en otro vagón.
    Como no me entero de las órdenes que dan los militares, cuando me toca, todas las miradas me hacen un gesto y para allá que voy.
    Han pasado dos perros policía por todo el vagón. Las únicas maletas que abren son las mías. Sin sobresaltos.
    Arrancamos tras dos horas parados a 33 grados y sin aire. Me sorprende que no hay malos olores en el vagón. Los he visto peores en España en mis años mozos.
    Tras algo menos de una hora entramos en Uzbekistán y nueva parada aduanera, esta vez del nuevo país. El militar habla inglés y bromea conmigo. Aquí revisan uno a uno cada bulto. No os podéis imaginar. Como en los puestos de ropa de ocasión de los invasores.
    En algo más de una hora nos ponemos en marcha.
    Nada más bajar los militares suben unas quince mujeres y algunos hombres al tren vendiendo de todo. Ropa, comida, agua fresca, cuchillos, bisutería,... Y lo más importante para mí. Una chica con un fajo de billetes que no le cabe en la mano cambiando Tenges a Soms. Me viene genial y me da un cambio mejor del que esperaba. 
    Los vendedores se vinieron en el tren las siguientes 7 horas sin dejar ni por un momento de patearse todo el tren.
    Hablo con el jefe del vagón a ver si me deja seguir hasta Nukus pagando la diferencia y me dice que imposible. Aún no entiendo porqué no me dieron billete hasta allí pasando el tren. Debe de ser un acuerdo entre los países.
    Llegamos a las dos de la mañana sin cobertura hasta unos pocos kilómetros antes pero ya controlando con algún pasajero y el jefe del vagón cual era la parada. 
    Me habían asignado una litera alta y yo ya no me puedo subir. Lo explico con gestos y me hacen sitio abajo y en lo que pueden me acomodan. Son todos muy buena gente.
    En Booking no hay hoteles en Kungrad. La IA me facilita un teléfono, les pongo un WhatsApp y me dicen que hay habitaciones y que me recogerán en la estación.
    A partir de ahí, todo facilidades. El cambio de Kazajistán a Uzbekistán es sideral. Vuelves a tenerlo todo mucho más fácil.
    El dueño del hotel en Kungrad es otro de los ángeles de este viaje. Me recoge en la estación a las 2 a.m., y por la mañana en el desayuno viene a sentarse a mi mesa y lo primero que me dice es si necesito ayuda. Le digo que quiero ir a Nukus, y me dice que me llevará con tiempo a la estación de autobuses y que puedo elegir entre minibus y taxi a distintos precios. Nos pasamos una hora conversando los dos sobre nuestras familias y vida y al final me lleva a la estación media hora antes de salir el marshrutka y me pone en ruta hacia Nukus, una ciudad ya con todos los recursos y enlaces. 
    Ahí tenéis el vagón del tren, los tocados que llevan las kazajss, mi espera al aire libre bajo una chapa que Dios sabe a cuánto estará, y ese billete ininteligible que os contaba.

    En esta otra la simpática decoración del hotel de Kungrad en el que me encontré tan bien acogido por mi amigo, un militar retirado. Le dije sin saber lo que me esperaba que él había sido mi mejor regalo de cumpleaños y nos abrazamos contentos de habernos conocido.

    Luego os cuento mi cumpleaños en otra entrada, que esta ya tiene miga suficiente. 
    Feliz 31 de julio a los que estáis levantandoos.


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