Empezamos la andadura australiana en Queensland, un estado al nordeste del continente cuya capital es Brisbane. Allí en casa de Óscar disfrutamos de lo lindo embutidos en plena naturaleza y dando de comer a los pájaros salvajes.
También percibimos por primera vez lo inmenso que es este país, lo que a veces lo hace incómodo al mismo tiempo que grandioso en todos los aspectos.
Tasmania fue nuestro segundo destino. Allí además de conocer la preciosa isla contactamos con casi todos los animales que queríamos ver (canguros, diablos, wombaks y otros tantos). Por cierto , una de las tristezas del viaje es ver tanto canguro muerto en la orilla de las carreteras. Al parecer no detectan a los coches como un peligro y caen como moscas.
El tercer estado fue Victoria cuya capital Melbourne se dice que es la de mejor calidad de vida del mundo. Yo lo creo, aunque te tiene que gustar el cristal y los rascacielos.
También allí vimos las dos joyas naturales que nos faltaban, el ornitorrinco (un torbellino) y el koala (un peluche con vida).
El territorio autónomo de Canberra ha sido la única decepción, una ciudad hecha como decimos en España a marchamartillo, que no tiene ningún sentido. Mi amigo Pedro la compara con Brasilia (que yo no conozco).
Y por último estamos en Nueva Gales del Sur cuya capital Sydney será mi último destino en estas tierras. Mis amigos aún subirán a ver la Barrera de Coral al norte de Queensland pero yo sigo para abajo hasta Nueva Zelanda.
Antes de llegar a Sydney Óscar nos aconsejó que desde Canberra nos acercáramos a la costa y eso es lo que hemos hecho hoy. Las distancias siguen siendo monstruosas pero poco a poco las vamos asumiendo. Es algo que al turista le cuesta mucho. No se sabe lo que es hasta que llegas al continente.
El viaje ha empezado en una inmensa llanura y a partir de un momento hemos empezado a bajar por un terreno más montañoso de lo esperado hacia el Pacífico.
Hoy voy a insistir en las casas en las que viven. Parecen prefabricadas, aunque de eso no tengo constancia. Lo que si sé es que son el centro de su vida. Son bonitas, espaciosas, con jardín, porche, cristaleras y da la impresión de que muy confortables. No parece que sea un pueblo que socialice mucho. Son muy abiertos y simpáticos pero la impresión que me dan es de que donde más disfrutan es en su casa.
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